miércoles, 15 de julio de 2009

Cuerpos cero

La Humanidad, que con Homero había sido objeto de contemplación para los dioses olímpicos, ha venido a ser la noticia bomba para ella misma. Su alienación, de sí misma para sí misma, ha alcanzado ese grado que la hace convertir su propia destrucción en una sensación desgraciada pero de máxima calidad teatral. Estas son palabras aproximadas de Walter Benjamin hace medio siglo, pero hoy, con el capitalismo revestido de millones de pantallas, la realidad se contempla a través de miles de imágenes y ya nada que importe realmente dejará der ser objeto de una autopsia espectacular.

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Habitábamos de este modo un reino donde, convalidada la verdad por la falsificación, la especulación pasaba a ser un natural modo de vida. En este juego ocurría lo mismo que con el sexo, ahora transformado en género. Con el sexo podía hablarse del modelo masculino y del modelo femenino como polos de definición, pero bajo el reino del género podían entrar todos los grados y mixturas hasta parecer de poco gusto caracterizar a alguien como hombre/hombre o mujer/mujer. El título se crea imaginativamente sin que exista una realidad anterior. Todos seríamos fusiones, creaciones culturales, construcciones permeables, propensas a la mixtura y la transfiguración.

En la vastedad del mundo se asienta nuestra ciudad, y en la ciudad, entre un anonimato de construcciones, el lugar del domicilio. Dentro de cada casa hay un rincón para agazaparse y todavía, al fin de ese reducto, aparece la pantalla del ordenador, el último alvéolo de la intimidad. La intimidad que antes se confiaba a un oído elegido pasa hoy a los salones del ciberespacio (a la llamada "extimidad") y millones de usuarios cuelgan allí sus secretos, desatan sus inhibiciones o muestran su privacidad. En ese ciberplateado cosmos, plagado de infinidad de nombres y fantasmas, se canjean cuentos y noticias, fantasía y verdad. Allí no existen animales, ni rocas, ni muertos. Un mundo así, tan especulativo, no lo habíamos conocido nunca y solo lo habíamos supuesto como el posible paraje al que advendríamos después de muertos, entre la fecha de la esquela y el juicio final, en cuyo periodo las almas, desprovistas de cualquier peso, se relacionarían como cuerpos cero.


El Capitalismo funeral - Vicente Verdú

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