lunes, 9 de junio de 2008

El Hundimiento de la Casa Usher

Nuestros libros -los libros que durante años habían formado una pequeña parte de la existencia del inválido- estaban, como puede suponerse, en completo acuerdo con aquel carácter fantasmal. Estudiábamos minuciosamente obras tales como el Ververt et Chartreuse, de Gresset; el Belphegor, de Maquiavelo; El Cielo y el Infierno, de Swedenborg; El viaje subterráneo de Nicolas Klimm, de Holdberg; las Quiromancias, de Robert Flud, de Jean d´Indaginé y De la Chambre; el Viaje a la distancia azul, de Tieck, y la Ciudad del sol, de Campanella. Uno de los volúmenes favoritos era una pequeña edición en octava del Directorium Inquisitorium, del dominico Eymeric de Gironne. Había pasajes de Pomponius Mela, acerca de los sátiros y egipanes africanos, con los cuales Usher se ensimismaba durante horas enteras. Sin embargo, su principal goce lo hallaba en la lectura de un extraordinario, raro y curioso libro en cuarto gótico, que procedía de alguna iglesia olvidada: el Virgiliae Mortuorum Chorum Ecclesiae Maguntinae.

El Hundimiento de la Casa Usher - Edgar Allan Poe (1839)

El hombre, decían, debe afrontar la realidad. Debe afrontar el presente. Todo lo demás debe desaparecer ¡Las hermosas mentiras literarias, los vuelos de la fantasía, deben ser derribados a tiros! Y los alinearon contra la pared de una biblioteca un domingo por la mañana, hace treinta años, en 1975. Alinearon a Santa Claus, y al Jinete sin Cabeza, y a Blancanieves y Pulgarcito, y a Mi Madre la Oca. Oh, ¡qué lamentos!, y quemaron los castillos de papel y las ranas encantadas y a los viejos reyes, y a todos los que “fueron eternamente felices” (pues estaba demostrado que nadie fue eternamente feliz), y el “había una vez” se convirtió en “no hay más”. Y las cenizas del fantasma Rickshaw se confundieron con los escombros del país de Oz, e hicieron unos paquetes con los huesos de Ozma y Glinda la Buena, y destrozaron a Policromo en un espectroscopio y sirvieron a Jack Cabeza de Calabaza con un poco de merengue en el baile de los Biólogos. La Bella Durmiente se despertó con el beso de un hombre de ciencia y expiró con el fatal pinchazo de su jeringa. Devolvieron a Alicia su tamaño normal para que no volviera a gritar “más curioso y más curioso” y rompieron el Espejo a martillazos, y acabaron con el Rey Rojo y la Ostra.

El señor Stendahl apretó los puños, jadeante, el rostro enrojecido. ¡Oh Dios, no había pasado tanto tiempo!

En cuanto al señor Bigelow, la larga explosión del señor Stendahl lo había dejado estupefacto. Al fin parpadeó y dijo: -Lo siento. No sé de qué me habla usted. Solo son nombres para mi. Según me han dicho, la Gran Hoguera fue útil y necesaria-.

Usher II - Crónicas Marcianas - Ray Bradbury (1946)


3 comentarios:

Anónimo dijo...

quizás debi de quemar hace tiempo los libros,aquellos en los que me refugié cuando el mundo real no me ofrecia nada bueno
quizás en ellos me meti tanto,que ahora me quedé atrapada entre hojas y letras que prometen felicidad y esperanza,cuando la realidad te dá una bofetada nada literaria
quizás...pero..no lo hice,ni creo que sea capaz de hacerlo nunca

y por eso...soy asi...

un abrazo.

dorian

Demolition Doll dijo...

Qué poético e inquietante post!

Me ha encantado, y el cuadro de Fussli (Nachtmahr)
es uno de mis favoritos...

J.M. dijo...

http://flickr.com/photos/dr_odio/sets/72157603981481369/
creo que te interesa esta galería, aunque igual ya la conoces.
Un saludo, te llamo.