jueves, 26 de febrero de 2009

Poesía de la carne (cruda)

Aronofsky logra con El luchador darle cuerpo, mucho cuerpo, a dos retratos paralelos de la carne en decadencia. No hablo de la historia, tampoco de la forma, sino de las imágenes, de la carne cruda, blanda, expuesta de los dos protagonistas y del elevado precio que deben pagar esos cuerpos, troceados, insolentes, por entretener(nos). Este director no ofrece segundas oportunidades, aunque haga el amago. El luchador Mickey Rourke estaba sentenciado desde los malditos ochenta, cuando el porno se llenaba de silicona y el rock todavía era espectáculo. En los noventa Cobain acabó con el cabaret y el sistema se quitó la máscara. Apretó, estranguló y deshechó. Para aquellos que sobrevivieron, los que aguantaron y besaron el milenio, tan solo quedó, como alternativa a la resurrección, el Olimpo degenerado de los héroes posmodernos.

1 comentario:

Samu dijo...

(sonoro aplauso!)