
Dejadme soñar con un (im)posible...


Cédric Delsaux, fotógrafo francés, tiene una serie titulada The Dark Lens (Star Wars) donde juega con muñequitos y recrea escenas del universo de Papá Lucas en contextos urbanos parisinos. Hay que buscar un poquito en su web, pero vale la pena...
"The Ballad of Sexual Dependency es el diario que dejo a la gente leer. Mis diarios escritos son privados: forman un documento cerrado de mi mundo y me permiten la distancia suficiente para analizarlo. Mi diario visual es público: se expande de su base subjetiva con la participación de otras personas. Estas imágenes podrían ser una invitación a mi mundo, pero fueron tomadas para que pudiera ver a la gente en ellas. Algunas veces no sé qué siento hacia otra persona hasta que la fotografío. No selecciono a la gente para fotografiarles: fotografío directamente de la vida. Estas imágenes nacen de las relaciones, no de la observación."
Llevo tiempo queriendo escribir un post sobre la conflictiva relación entre cuentos tradicionales, chicas Disney y roles de género. Ilustradores y fotógrafos han tratado entre sus temas esta doble cara de los cuentos que forman parte del imaginario colectivo occidental. Imágenes perversas, parodias domésticas o versiones posmodernas. Pero la representación de las féminas disney tiene un claro propósito: programación de género; esa es la razón por la que Encantada debería estar prohibida para niñ@s menores de trece años, el daño que esta película puede ocasionarle a una tierna mente infantil (o prepúber) es incalculable. Algo parecido pasa con casi todas las heroínas (o princesas) Disney. Desde su relanzamiento noventero, esta compañía se propuso terminar con la imagen de explícita sumisión de sus anteriores heroínas - Blancanieves, Cenicienta, la Bella Durmiente -, aunque destacaría tanto a Alicia como Campanilla como agradables excepciones – también es cierto que estas dos últimas no eran, técnicamente, "princesas"-.
De rebote me he encontrado con una ilustración de una artista boliviana, afincada en México, de nombre Alejandra Alarcón. Su página está caída, pero he encontrado un blog, semiabandonado, con referencias a su exposición titulada Caperucita, la más roja que me tiene intringada. Ediciones La Ñatita utilizó una de las ilustraciones de esta exposicion para su portada del número siete del fanzine Gringo Muerto. La Razón boliviana le dedicó un bonito reportaje donde la artista explica de qué va su caperucita...
La Humanidad, que con Homero había sido objeto de contemplación para los dioses olímpicos, ha venido a ser la noticia bomba para ella misma. Su alienación, de sí misma para sí misma, ha alcanzado ese grado que la hace convertir su propia destrucción en una sensación desgraciada pero de máxima calidad teatral. Estas son palabras aproximadas de Walter Benjamin hace medio siglo, pero hoy, con el capitalismo revestido de millones de pantallas, la realidad se contempla a través de miles de imágenes y ya nada que importe realmente dejará der ser objeto de una autopsia espectacular.
Como bien apuntaba G.K.Chesterton, «los cuentos de hadas superan la realidad no porque nos digan que los dragones (o los gigantes) existen, sino porque nos recuerdan que estos pueden ser vencidos». Así lo entienden también Joe Kelly y JM Ken Niimura. Soy una matagigantes recoge la esencia de los cuentos crudos, tremendos y temibles, aquellos que esconden un viaje – pensad en Alicia, en Dorothy, en Wendy -, los mismos que nos recuerdan que hay que prepararse para luchar contra uno mismo, que crecer es inevitable, que las historias de las niñas perdidas nacen de las cabezas de niños grandes con ganas de salir al patio. A jugar. 
Lo cool no busca la profundidad. Este cómic mola porque ninguno de sus protagonistas tiene la supervivencia garantizada. Alimentado de clichés amorosos, venganzas insípidas y rencores mal curados, el último tomo de The Umbrella Academy brilla por su pretensión de obra definitiva quedándose en producto para nostálgicos con gusto por el steampunk más naif. No obstante, cabe destacar momentos repletos de gloria icónica, como la entrada del quinto acto en la cafetería o el diseño de la villana por accidente - un delicioso y letal violín humano con mirada en espiral -.