lunes, 14 de enero de 2008
Filosofía Pop
La portada del Sgt. Pepper's (...) decía en verdad lo que parecía decir: que Sonny Liston y Stockhausen están exactamente al mismo nivel, que los logros de Oscar Wilde no pulsan una fibra del espíritu jerárquicamente superior a la que tocan los de Marilyn Monroe y que Karl Marx no es por ningún concepto más venerable que Lenny Bruce. ¿Era esto demasiado decir? ¿Una sobredosis o un exceso de igualdad? De acuerdo con las leyes de la naturaleza (que son, en verdad, también las del mercado, las de la historia y las de la tribu), todo tiene una identidad y un destino (los blancos son blancos, hagan lo que hagan, como el jabalí no puede hacer nada para dejar de ser jabalí) y, en este sentido, es equivalente (un blanco es igual que otro blanco y, visto un jabalí, vistos todos), se conforma a su "imagen". Pero de acuerdo con las leyes de la libertad (que inspiran o deberían inspirar las del Estado y las de la ciudad), ningún ser racional es idéntico ni equivalente a otro; en este sentido, la igualdad de los seres libres no es identidad ni equivalencia, sino igualdad de los inconmensurables, de los incomparables, y no se basa en la equivalencia de los contenidos de sus acciones (cuya diversidad es irreductible) sino en la universalidad de su forma (la libertad). Elvis empezó a cantar canciones de negros porque existían condiciones objetivas para derribar las barreras entre negros y blancos, condiciones que hicieron que los negros se olvidaran de que eran negros y que Elvis o Lennon no reparasen en que eran blancos: ¿no formará parte de la bondad de esas canciones y de su infracción de las reglas del mercado discográfico el que al escucharlas oímos esa regla maravillosa?
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