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No obstante, y sirviendo como precedente (me temo), ayer eché de menos salir armada de casa. Y eso que he olvidado dónde tengo la cámara de fotos. Cosas que ocurren, por el desuso. Algo parecido pasa con el cuerpo. Este calor repentino nos ha robado algunas transiciones. La lentitud, como dice Kundera, es más que necesaria, algunas veces. Y todo va tan deprisa en esta ciudad. Hace unos días que me levanto con tiempo. Con tiempo, curioso. Las circunstancias me han sumido en una especie de limbo. En él he encontrado algunos poemas certeros, como balas de una película de Tarantino. Quería compartir uno de ellos por hacer carne, Carne de píxel, una pretensión propia de alguien de otra edad.
“para mi siempre fue un misterio el origen de
tu ropa interior, de su perfecta cabida en tu
cuerpo. Inversa es la lógica de quien descubre
una tierra analógica pero real como la de un
espejo. Pero, si te fijas, la imagen del espejo
no responde exactamente a la real, el espejo
posee una pátina que aunque invisible la
oscurece, como si algo de materia se perdiese
en el trayecto, un residuo que si lo juntaras
verías lo que pierde aquel que te mira; mejor
dicho, quien en tu imagen desaparece;
o, aún mejor, quien en ti ya ha desaparecido”.
Y Kim Ki Duk estrena algo bello, Breathe. El poema es de Fernández Mallo del librito que me tiene abducida, Carne de pixel.
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