La primera vez que vi Instinto Básico debió de ser a una edad temprana. Recuerdo que el VHS grabado del Plus me lo pasó una buena amiga que gustaba de historias intensas. Puede que no tuviéramos los doce, o tal vez sí; menores corrompidos por menores, todo un género de amistad. Este puente de Todos los Santos he vuelto a ella, a su testosterona desmedida, a su juego de espejos y a esa escalada de adicciones propiciada por la hipnótica Sharon Stone/ Catherine Tramell. Inquietante, seductora, segura de sí misma; una hábil manipuladora, con el psicoanálisis de su parte, que plantea su estrategia desde la coartada perfecta: el crimen es el libro. En el polo opuesto tenemos a la psicóloga Beth Garner/ Jeanne Tripplehorn adoptando una actitud sumisa e institucional ante su competidora, entre otras razones de peso, porque ella ya estuvo bajo los efectos magnéticos de su rubia compañera de facultad. Y basculando entre ambas, Michael Douglas/ Nick Curran, el inspector de policía que, más que conquistar, cree competir con la maestra de ceremonias que es Tramell -lo que me recuerda a Goldeneye y Famke Jensen en las carnes de Xenia Zaragevna Onatopp-.
Entre sus muy interesantes aspectos, destacaría el uso que Paul Verhoeven le da a los espacios que legitiman los roles sexuales. Nick Curran es un personaje heteronormativo que se siente profundamente atraído por la ruptura que supone todo lo relacionado con Tramell: desde las drogas hasta la excitante posibilidad de acabar asesinado y lo que, desde mi punto de vista, es más importante, la relación lésbica entre ésta y Roxy, un contrato que Curran se apresura a codificar en términos a los que él se puede enfrentar, llegando a considerar a la amante de Tramell alguien con quien poder tratar “de hombre a hombre”. En contraposición tenemos a Gus, el amigo de toda la vida de Curran que, para relajarse, busca los muy masculinos bares que emulan el ambiente del Lejano Oeste. “Solo soy un vaquero de ciudad que intenta no caerse de la silla”, dice el fiel compañero en la cafetería de turno con música country de fondo. Sin embargo, es en la discoteca donde Catherine Tramell despliega sus juguetonas dotes de seducción: El baño de caballeros como lugar de reunión, tanto de hombres como de mujeres, sin orden ni concierto. La ironía última está en el hecho de que Nick Curran se vea reafirmado en su masculinidad haciendo un uso desmedido de la violencia y que el personaje de la Stone utilice esa misma masculinidad, solo que en su terreno; la rubia maquiavélica, empoderada y letal, es una autora -del libro, del crimen, del personaje Nick Curran- total.
En ese mismo año, otra rubia (Rebeca de Mornay) entró en competición, cual fuerza de la naturaleza, en el apartado de psicópatas magnéticas aunque, esta sí, con una motivación cristalina: la venganza -por una maternidad frustrada, nada menos-. Curtis Hanson le da razones a su protagonista, pero ésta no termina saliéndose con la suya, mientras que Verhoeven construye una auténtica psicópata en sintonía con los tiempos del consumo -de los cuerpos, de las emociones, de las apetencias-; la encarnación femenina de un verdadero Rolo Tomasi capaz de hacer reventar el mito con una segunda parte criminal.
martes, 2 de noviembre de 2010
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3 comentarios:
De Instinto Básico mi recuerdo es que cuando la vi por primera vez me aburrió tanto que me puse a hacer un retrato de Laetita Casta con una serie que le había publicado El País Semanal. :)
Te aburrió Instinto Básico?! Santo Cielo! No hay remedio para ti! :P
Confieso que no la he visto.
supongo que la peor censura es una misma y no sé por qué pero retiré esa peli del listado de "pendientes". Pero después de leer esto, la voy a ver...
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