Si empezara este viaje desde mi mapa preferido me daría un baño atómico en el Mar Muerto, volaría subida al mejor sueño de la semana pasada y me perdería entre viandantes de mentira, perfectamente modelados por las manos de un artista extinto y eterno.
Aprovecharía para coger impulso y saltar el charco. Dicen que Lucien Freud está tremendo en esta época del año. Volvería a nado y me dejaría caer por algunos escenarios americanos en tierras del norte, no compartiría mis esdrújulos momentos (húmedos) y repasaría las últimas pistas para este fin de semana. Una, dos, tres y cuatro.
The Cure ya no es lo que fue, pero los hombres maquillados me desarman. Tengo debilidad por la toxicidad; respiro mejor cuando estoy congestionada de presentes contínuos.
El cielo de esta ciudad es eléctrico al anochecer y brillante por las mañanas. Cuento con una mano a las chicas que invitaría a chicles de aquí a la boca del metro. Febrero no es enero. Y oil al revés es lío. Resbalo. Cierro los ojos y me siento en el borde. Tímida, terrible y triste. La t me apunta al corazón y me taladra los ovarios.
Y tengo una tetera sobria. Habita el hueco que, a veces, deja tu cafetera. Con mucho azúcar, por favor. No creo que aguante hasta el jueves sin llorar, o sin descubrir algo nuevo. Dicen que hay gente adicta a la belleza. Y me gusta la idea del eterno retorno. Sentirme binaria, una vez más. Para buscar entre tantas cintas viejas nuestra banda sonora original.
martes, 5 de febrero de 2008
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1 comentario:
De visita en tu blog. Me encanta como escribes. Regresare a leerte. Con infinito respeto.
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