lunes, 26 de mayo de 2008

Reflexiones Post-Indy 4 (Primera parte)

Dos reflexiones he extraído del visionado de la última película del señor Spielberg, la cuarta entrega de Indiana Jones. Las fascinaciones se incuban en la infancia y/o adolescencia y las nuevas generaciones somos carne de nostalgia. A continuación explicaré la relación de estas afirmaciones con el apasionante mundo del cómic.

El tebeo se viene asociando a la infancia, a la inmadurez, en el caso de que hablemos de superhéroes o manga, o al gafapastismo, la pretensión y la erudición, si echamos la mirada a la línea clara francobelga, la de Tintín y Asterix, por poner dos ejemplos clásicos. Estas aseveraciones no dejan de ser prejuiciosas, desde luego. Pero el mercado ha caído en la cuenta de algo interesante: la nostalgia vende.

Esto que les cuento se puede apreciar de forma clara si nos fijamos en la reciente proliferación de adaptaciones de superhéroes, en la recuperación de series de televisión que parecían olvidadas. Las motivaciones de aquel amigo tuyo que revisa siempre que puede esa película que vio de adolescente y que marcó su gusto por las pelirrojas responden a otra programación.

El filósofo Slavoj Zizek habla de la perversión del cine a la hora de crear modelos. Tan sencillo como leer “lo adecuado” a la edad “idónea”. Y crear así tu propio panteón de dioses posmodernos.

Esa es la razón por la que muchos adultos bienformados son incapaces de extraer felicidad cien por cien retro de películas como Indiana Jones. Les falta un componente en la ecuación, la nostalgia. Ese momento exacto grabado a fuego en la memoria en el que Luke Skywalker descubre que Darth Vader es su padre, la silla chirriante de aquel cine pequeñito donde viste agazapado Parque Jurásico por primera vez o el momento exacto en que Olivia Newton John se convierte en una roker fumadora, volviendo loco a John travolta en Grease. Algo tan personal e intransferible como la sensación tras la caída de tu primer diente de leche.

Mi generación está perdida en la nostalgia VHS. Y algo parecido ocurre con el fascinante mundo del cómic. A medida que se contagia el gusto por las lecturas en viñetas, las intransigencias se multiplican. Ese Spiderman que veo en la pantalla no es el Peter Parker con el que crecí. Otros opinan lo contrario.

Y supongo que, a lo tonto, esa es la esencia de la crítica que llega. La que se compromete, la que no es templada. Aquella que destila verdad, sensaciones vividas, más allá de las formas. La experiencia subjetiva que busca coincidir con lo vivido por el resto.

El héroe pulp que es Indiana Jones volvió ayer a las pantallas. Para muchos fue nuestra primera vez con él en un cine. A la generación nacida a la vera de las descargas de Internet seguramente le dé igual. Pero, a los que no nos dio tiempo a vivirlo, porque lucíamos pañales o no habíamos salido de la guardería, la oportunidad de revivir un clásico del cine de aventuras, con todos sus tópicos, homenajes y guiños, nos supo a pasado añejo hecho presente continuo. Lo dicho, carne de nostalgia, pero nostalgia de lo no vivido.

Indiana Jones sería fan de Rip Kirby y su Flash Gordon, no lo dudo ni por un momento.

Nota: Este texto pertenece a la sección de cómic del pasado viernes en El Séptimo Vicio de Radio 3. No se olviden sintonizarlo el viernes que viene, ;)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

la diferencia horaria me jugó una mala pasada el viernes pasado, y no pude agarrar su programa, Pequeña...
pero he leído, y no sabe usted cómo imaginé su tono de voz, su fuerza, e incluso sus gestos al leerlo al aire...
ya se lo he dicho, y no voy a cansarme de hacerlo, usted es una chica desgarradora...

va mi abrazo!!!


;)

pierina

alejandro dijo...

Mmmm... la nostalgia, esa tristeza melancólica por el recuerdo de una dicha perdida... se me viene a la memoria el gran maestro de la historia del cine, Andréi Tarkovski, con su película Nostalgia, en el que Andrei, el protagonista, no es capaz de percibir el amor de Eugenia, por la pena, la melancolía patológica, al tomar conciencia del destierro de su país natal. Y al dejar fluir sus recuerdos conscientes e inconscientes, por una parte deja de ver claramente su realidad, y por otra, aparecen vivamente los recuerdos de su aldea, su mujer y su hijo. El tiempo así, se desmenuza en recuerdos, en premoniciones, y en la memoria fragmentada de los sueños.

Poco tiempo después de haber sido premiado en Cannes por esta película, Tarkovski anuncia que no regresará jamás a su país natal, la Unión Soviética, por no tener en ese caso oportunidad para hacer cine... probablemente Andréi Tarkovski no sabía que la nostalgia iba a internarse en su alma para siempre, o quizás lo supo siempre y lo hizo realidad primero en su obra.

Elisa McCausland dijo...

Señorita Pieris, me encanta cuando me llama esas cosas, aunque no las merezca, :)

Alejandro, la anécdota me ha llegado. No sabe cuánto...