miércoles, 18 de junio de 2008

Una gatita en la bañera

Y aunque el día brille, la muñeca estará rota. Porque echa de menos su bañera, aquella sala de espera, de donde vinieron aquellos sueños húmedos y las últimas verdades, como puños en la cara de un pedófilo. Estoy espesa. Buenos días, tristeza. Evita que pasee por los patios de nuestra ciudad. Arráncame las retinas y agujerea mis orejas. Atraviesa mis tímpanos con proposiciones indecentes de un adulto disfrazado de caballero. Los caballeros no existen. Nosotras gestionaremos sentimientos, ofreceremos nuestro cuerpo en pedacitos, pero ellos no solo no piden perdón por las mentiras sino que lloran porque sus mamás no los quisieron lo suficiente. Pequeños tullidos emocionales. Seres incompletos que solo ensucian con sus palabras. Paladean sus intenciones (patalean?), se refugian en las diferencias y, al sugerirle a aquella niña una copa, destrozan los principios de una antigua guerra.

La imagen es de Krisstin Elder. Su caperucita también va con el día.

3 comentarios:

alejandro dijo...

Bello texto, bellas ilustraciones... da la impresión que hay mucho de usted ahí, :)

Anónimo dijo...

da la impresion diria yo que ha exorcitado un gran demonio interno que pululaba estos dias muy adentro de usted
espero haya servido para alejarlo lejos lejos...alli donde nadie le encuentre
y mucho menos su corazoncito

besosssssss

Dorian

Elisa McCausland dijo...

No saben la de cosas que se deja una por aquí, sin querer, :)