Heracles nunca las quiso. A las mujeres. Como para fiarse de los griegos. Los romanos hicieron suya la decadencia y la era oscura iluminó el camino dejando un rastro de cenizas y olor a carne poco hecha. La técnica se fue puliendo. Cómplice de ello fue la Historia, con la muda en mayúscula. Callada y tranquila. Llegaron los corsés, las malas artes y el Barroco. Fue entonces cuando olvidamos las pelucas y matamos a Dios. Para resucitarlo. Lo bautizamos Progreso y heredó el mundo. Inventó la píldora. Pidió permiso para entrar en nuestros cuerpos vía farmacológica. Conquistó nuestras camas. Nos presentó al cirujano. Fotografió nuestros cuerpos amoratados. Y nos llamó diosas.
jueves, 21 de febrero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
Serás perra, yo la vi antes!!!!
:P
Mmmmm, creo que no, jejeje
Ellos cavaron el hoyo y nosotras nos tiramos de cabeza...
Hum, podríamos escribir una enciclopedia de la tortura.
Hermosísimo. Pero poema sin duda, poema en prosa. Cuento no.
Publicar un comentario