miércoles, 2 de julio de 2008

Nicoletta Ceccoli ilustra una pequeña ensoñación

Me entretuviste para que no me quedara dormida. Hablamos de cuando éramos maravillosos e ingenuos mientras acariciabas con tu índice el borde de mi oreja derecha, la del pendiente en el cartílago. Ese dedo viajó a mi boca, tomó aire y se escurrió hasta llegar al principio de mi escote. Leiste los botones al revés, como los de un ascensor, en una camisa negra. Empezaste por abajo, quitándome los zapatitos de cristal, agarrándome de los tobillos, con fuerza. Abriste las ventanas, no sé si para dejar algo de nosotros fuera o para que la noche entrara en el dormitorio. Las luces de la calle iluminaban tus muecas empañadas. Dibujaste mis clavículas. Tus dedos tamborilearon sobre mis tirantes rojos. Y me hiciste suspirar. Con las bragas puestas. No recuerdo si te dije que no a todo lo que estaba por venir. Tan solo sé que te aferraste a mis caderas, me lamiste las rodillas y te quedaste dormido entre mis piernas. Me pareció oirte decir algo, pero un claxon apagó el rumor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El estallido de la noche en vuestros cuerpos. Cuerpo. Sinceramente excitante.

P.D. Me chifla la ilustración!!!!!!

Anónimo dijo...

el calor nocturno...los latidos de la carne..y tu expresandolo como nadie

genial

pequeña gran delirio

besos

dorian

Anónimo dijo...

Realmente acorde con la estación... Por eso creo que tuvo que abrir las ventanas.