lunes, 13 de octubre de 2008

Mujer-Espejo

John Berger, en el tercer ensayo de su libro "Modos de ver", plantea que la presencia del hombre "sugiere lo que es capaz de hacer para ti o hacerte a ti" y encarna una promesa de poder de distintas índoles (sexual, económico, moral, económico…), eso sí, orientada a ejercer un poder sobre los otros.

"En cambio, la presencia de una mujer expresa su propia actitud hacia sí misma y define lo que se le puede o no hacer. Su presencia se manifiesta en sus gestos, voz, opiniones, expresiones, ropas, alrededores elegidos, gusto; en realidad, todo lo que ella pueda hacer es una contribución a su presencia. En el caso de la mujer, la presencia es tan intrínseca a su persona que los hombres tienden a considerarla casi una emanación física, una especie de calor, de olor o de aureola.La presencia social de la mujer se ha desarrollado como resultado de su ingenio para vivir sometida a esa tutela [del hombre] y dentro de tan limitado espacio. Pero ello ha sido posible a costa de partir en dos el ser de la mujer. Una mujer debe contemplarse continuamente. Ha de ir acompañada casi constantemente por la imagen que tiene de sí misma. Cuando cruza una habitación o llora por la muerte de su padre, a duras penas evita imaginarse a sí misma caminando o llorando. Desde su más temprana infancia se le ha enseñado a examinarse continuamente.Y así llega a considerar que la examinante y la examinada que hay en ella son dos elementos constituyentes, pero siempre distintos, de su identidad como mujer."

Según Berger, al igual que ocurre con el aspecto, la apariencia de la mujer puede ser determinante en el trato que le dé el hombre ya que éste examina a la mujer antes de tratarla; ocurre que "la parte examinante del yo de una mujer trata a la parte examinada de tal manera que demuestre a los otros cómo le gustaría a todo su yo que le tratasen. Y este tratamiento ejemplar de sí misma por sí misma constituye su presencia. (…) los hombres actúan y las mujeres aparecen. Los hombres miran a las mujeres. Las mujeres se contemplan a sí mismas mientras son miradas. Esto determina no sólo la mayoría de las relaciones entre hombre y mujeres sino también la relación de las mujeres consigo mismas. El supervisor que lleva la mujer dentro de sí es masculino: la supervisada es femenina. De este modo se convierte a sí misma en un objeto, y particularmente en un objeto visual, en una visión".

(Gracias al ojo agudo de la pequeña b.)

4 comentarios:

Comtessa d´Angeville dijo...

Ahí tienes por qué Helena Rubinstein es rica a costa mía

Elisa McCausland dijo...

jajajaja, no jodas? cada día me gustas más...

Demolition Doll dijo...

No hay juez más cruel para una mujer que ella misma... desde luego

Trice dijo...

buf, ya no se si me apetece seguir sabiendo de todos los mecanismos que nos manejan...quiero pensar que detrás de todo este teatrillo nos espera algo que merece la pena,no? (aunque sea a costa de decepcionarnos con el de enfrente...!!)

besucos bonita!