Las malditas son también las manidas, las lustrosas ilustradas, las locas enfermizas, las hijas díscolas, las espectrales teorías hechas carne. El verbo en movimiento y el yo disuelto. Permanecen todas ellas como vírgenes macabras. Yacen en sus sepulcros literarios marcando el paso a las siguientes, y a las otras. Amapolas en diciembre, desteñidas.
No me queda más que ser carne hajada, transparente, de latido tímido, de mirada ténue, para que me perdonen los padres de todas ellas. Por escupir sobre muertas, penitentes. Cobardes, suicidas. Insolentes.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
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