"La Revolución es un simple cambio de personal", sentenció Josep Pla en los años veinte. Hoy, la Revolución, a lo sumo, es una apergaminada añoranza, y son muchos los que tienen la percepción de que debería ser encauzada hacia la vida privada, a la que sí que le convendría un buen cambio de personal, mientras que la Resistencia debe seguir desplazándose hacia lo público, un espacio en el que se afirman, día a día, una multitud de nosotros anónimos, que no se dejan clasificar y que van cambiando el tablero de juego y ampliando el horizonte de aquellas viejas manías que detectara Musil en su inefable El hombre sin atributos, cuando observó que había personas que eran tan "personas privadas" como era posible y para las que el mundo, tan pronto en cuanto tenían relación con él, se convertía en "mundo privado". Eran personas que decían, por ejemplo, que dicen todavía "Nosotros estábamos ayer en casa de tal y cual", y se reían, se ríen. Puede que sean felices, dice Musil, pero normalmente, "este tipo de gente resulta ya absurda a los demás, sin que se sepa todavía muy bien por qué".
Puede que sean felices - Enrique Vila-Matas, a propósito de la era de los hombres sin atributos...
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