"Hacer" historia, ya sea autobiográfica, académica o clínica es, en parte una lucha por fundamentar un testimonio en un determinismo natural. Los cuerpos son pantallas en las que vemos proyecciones de acuerdos temporales que surgen tras luchas incesantes por creencias y prácticas dentro de las comunidades académicas y médicas. Estas luchas se desarrollan en campos de batalla muy alejados del cuerpo. Cada lucha es un esfuerzo por lograr una posición hegemónica fundamentada en una profunda moralidad, llegar a una explicación de peso, incuestionable para entender por qué las cosas son como son y, en consecuencia, cómo deben seguir siendo. Es decir, con cada teoría habla la cultura a través de la voz de un individuo. Los que no tienen voz dentro de esta teorización son los transexuales.
Como ocurría desde el principio de los tiempos con las mujeres, sobre las que teorizaban los hombres, los teóricos de la identidad sexual han percibido a los transexuales como personas que no constituían sujetos agentes. Como ocurría con las personas "genéticamente" "mujeres", a los transexuales se los infantilizaba, se los consideraba demasiado irracionales o irresponsables para lograr la categoría de auténtico sujeto, o eliminados clínicamente por medio de los criterios diagnósticos o, como algunas pensadoras del feminismo radical los han retratado, como robots esbirros de una patriarquía insidiosa y amenazadora, un ejército alienígena diseñado y construido para infiltrarse en el mundo de la "verdadera" mujer, pervertirlo y destruirlo. Según esta concepción los transexuales han sido cómplices al no haber desarrollado un discurso contrario que resultase eficaz.
El Imperio Contrataca - Un manifiesto post-transexual - Por Sandy Stone
lunes, 2 de marzo de 2009
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