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Sabes que la profesión te agarra de las venas cuando disfrutas con una entrevista (
1 y
2) tanto como con la obra del maldito artista. De alguna manera,
oír a
Bacon, verle gesticular, es como amarle en silencio. No ocurre lo mismo con su pintura. El color, los gritos, la carne te cala el alma. No es angustia, tampoco es repulsión. A
Bacon hay que amarle porque supone aceptar que somos comestibles, que nos descomponemos, y gritamos, y nos retorcemos, odiamos, queremos, sudamos, tememos; pero nos negamos a admitir que lo que nos motiva, aquello que nos empuja, es instintivo y vulgar, porque, como decía
Oscar Wilde, lo que buscamos desesperadamente es destruir a quienes más amamos. De ahí la contradicción. Y la inhibición...
Actualización 25/04/09: Después de una animada
discusión sobre la carne de
Bacon,
Francis Bacon, os enlazo
Sobre el alma y el cuerpo - Félix de
Azúa desatado -,
la petición de un lector y la explicación del chiste -
Historia e impostura, una fraternidad -. Me apuntan en el mensaje de donde proceden estos enlaces que se han de leer los artículos en riguroso orden.
Mil gracias,
Juan.
2 comentarios:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1118323
Bacon desde hace unos años me intriga. Me asalta esa tesis absurda sobre si en verdad el hombre es bueno por naturaleza o eso es lo que desesperadamente queremos creer.
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