jueves, 15 de abril de 2010

Correspondencias

Decir que no hay empatía en la utopía supone liberar al sujeto del afán de perfección. Y eso me gusta. Estas madrugadas he vuelto a escribir a mano. Empiezo algunas cartas con ganas de agradar, pero la caligrafía se transforma a la mitad de la carta, los renglones desaparecen, se me ocurre un dibujo, busco una pegatina que interrumpa la lectura o tacho mientras levanto la ceja. He eliminado el tipex de esta ecuación caótica. No quiero hacer espacio para la corrección. Esa es la excusa. Prefiero llenar de mariposas estos sobres. Y esperar.