No es lo que quieres que te hagan, sino lo que deseas sentir. Ese es el servicio que el personaje interpretado por la perturbadora Sasha Grey ofrece en la película The Girlfriend Experience, un ensayo sobre la economía de las emociones firmado por Steven Soderbergh donde el director reduce al broker testosterónico ochentero a un amasijo de miedos post crisis. Ella, máscara y espejo, especula con sus servicios e intenta alcanzar su ambición de tener una boutique y vivir tranquila con su novio -de profesión: preparador físico- que, sorprendentemente, tolera la profesión de su compañera. Este es el punto de partida de esta pequeña crueldad fílmica, donde la frialdad y la contención de la protagonista aguantan el envite de los celos y del amor propio de su cónyuge cuando éste se ve abandonado porque ella ha decidido pasar un fin de semana con un cliente que le hace tilín. Él, en contrapartida, decidirá viajar a un paraíso de la carne invitado por un cliente del gimnasio.
En el avión privado, camino de Las Vegas -una pornotopía más, que diría Beatriz Preciado- el preparador físico invitado y los capitalistas hablarán de asimetrías -"Ellas tienen el poder y lo saben"- y de poder -"Relación abierta, sí, ¿pero en qué extremo?"-. En el hotel, y rodeados de señoritas de compañía, el preparador sonríe. Cree saber lo que sienten los clientes que contratan a su novia. ¿Ellas son todo lo que él espera? Qué importa cuando todo lo que crees desear esta al alcance de un chasquido de dedos. Ellas, sin embargo, cubrirán la desesperada necesidad de afectos -que no de sexo- de los señores del capital por un módico precio, algo que ha dejado de ocurrir en el matrimonio por falta de honestidad -o, quizás, porque se trata de un contrato que precisa de la mentira para que funcione-.
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1 comentario:
Parece muuy interesante, gracias por comentar sobre esta peli :D
Saludos!!!
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