Angélica Liddell es especial, al menos para mí. Si a Woody Allen escuchar a Wagner le empujaba a conquistar Polonia, a mi me invade un ansia futurista de destrucción cuando la leo, cuando la escucho, cuando la veo.
Esta noche iré a "experimentar" su última obra, Perro muerto en tintorería: Los fuertes y quería dejar ligada a esta incertidumbre (porque no quiero, pero quiero) unas palabras de semejante nínfula de espíritu: "En febrero de este año me fui hasta el Museo del Prado con cuatro libros, El viaje al fin de la noche de Celine, Jakob von Gunten de Robert Walser, El gran cuaderno de Agota Kristoff y Miss Lonelyhearts de Nathanael West. Llevar esos libros ha sido lo más peligroso que he hecho en mi vida."
Más Angélica por aquí...
jueves, 22 de noviembre de 2007
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