martes, 17 de marzo de 2009

Mi intimidad se construye porque tú existes

"Amo y hablo contigo a solas. No espero que me contestes. Es una libertad que me tomo, buscando espacio que habitar, territorio, aire, amor, y un poco de hermandad incestuosa. Si no ¿a quién me voy a contar? Así, quiero decir, llamándome Alejandra. Mi intimidad se construye porque tu existes.

A veces te escribo cartas que no te envío porque me digo: no le molestes y no des lo que no te piden; luego te quejarás de que no te vuelva nada y nadie será responsable de tu anemia amorosa más que tu. Y tendrás que volver a buscar nutrientes bajo la tierra y no debes, porque has prometido no acercarte más a la muerte, has jurado no hacerlo... Pero también me digo que no hay nada peor que dejar que el deseo se adelgace hasta hacerse tan sutil que deje de sentirlo, que deje de tensarse hasta dejar de ser deseo. Entonces lo alimento, soplo a las brasas para que no mueran y mi aliento vuelva a ser cálido.

De vez en cuando vuelvo a estas páginas con la boca llena de tierra. Como si una de cada tantas olas del mar por debajo me trajese aquí.

Pero hay más. Hay una galería de espejos que romper a pedradas, una convicción de que sólo el cuerpo es cierto, los eclipses, que odio, un perro abandonado –siempre hay un puto perro abandonado-, la pregunta qué coño es eso de ser un hombre, y la respuesta: en todo caso, algo bien distinto a un coño… Y también está la imposibilidad de agarrar lo que pasa y mirarlo por todos sus lados, describirlo, entenderlo; una ausencia no es un piano. Ojalá pudiera hablarte con palabras vivas, ardientes, pero las sombras, la carencia de sexo, esta sed…"