jueves, 14 de octubre de 2010

El poder no se pide (o eso pensaba Valerie Solanas)

Las leyes dicen que la igualdad es norma, pero indicadores -como esta endiablada crisis- nos recuerdan que la norma no es normal, aún no. Mientras en Occidente la paranoia es el termómetro, en otros contextos menos amables, como el afgano, vestirse de hombre no es tan solo un simulacro: es la fórmula más segura para que las niñas sobrevivan. "Se ha restablecido el derecho a la educación y la asistencia sanitaria pero la posibilidad de que una mujer pueda ir a la escuela, a la universidad o al médico depende de la voluntad del padre, el hermano o el marido" recuerdan en esta escalofriante noticia. El temblor por la columna no se debe tanto al hecho de que algunas familias vistan a sus hijas como niños para evitar que las agredan, como al mensaje implícito de esas decisiones. No se trata del sexo con el que naces, sino del valor que le das a cada construcción de género -ser hombre es lo deseable, ellos tienen más espacio para jugar-. Como ya sentenciara Angélica Liddell a propósito de nuestro propio escenario, «en un país en el que se asesinan más de 100 mujeres al año es inevitable que la mujer se reconvierta en hecho-político».

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No me gustaría ser hombre. Si se tratara de cambiar las cosas )de forma mágica, inmediata= no pediría que estuviésemos en su lugar, pediría que ellos se encontraran en el nuestro. Ser hombre es vivir sencillo.

Elisa McCausland dijo...

No me refería a ser hombre, sino a que se haga efectiva la igualdad política que suele negarse a las mujeres por el mero hecho de serlo. Es curioso cómo funciona lo de "parecer" y las experiencias tan tremendas que pueden extraerse del travestismo.