lunes, 8 de junio de 2009

Dirty pretty things

Cuando Freud y Lacan insisten en la naturaleza problemática del imperativo básico judeocristiano de "ama a tu prójimo", no marcan la típica posición crítico-ideológica sobre cómo toda noción de universalidad está contaminada por nuestros valores particulares e implica por ello exclusiones secretas, sino que señalan la cuestión mucho más potente de la incompatibilidad del prójimo con la dimensión misma de la universalidad. Lo que se resiste a la universalidad es la dimensión propiamente inhumana del prójimo. Por ello encontrarse a uno mismo en la posición del amado resulta tan violento, incluso traumático: ser amado me hace sentir directamente la distancia entre lo que soy como ser determinado y la insondable X que hay en mí y que causa el amor. La definición lacaniana de amor ("amar es dar algo que uno no tiene...") ha de ser complementada con: ("... a alguien que no lo quiere").

En pocas palabras, como afimó el filósofo francés, Gilles Deleuze, "si estás preso en el sueño de otro, estás jodido"; o, como escribió en un memorable pasaje Neil Gaiman, el autor de The Sandman:

"¿Has estado alguna vez enamorado? ¿Horrible verdad? Te hace tan vulnerable. Abre tu pecho y abre tu corazón y significa que alguien puede entrar en ti y revolverte por dentro. Tú construyes todas esas defensas, construyes una armadura completa, de forma que nada pueda herirte, entonces una persona estúpida, similar a cualquier otra estúpida persona se aventura en tu vida estúpida... les das una parte de ti. No la pidieron. Solo hicieron alguna tontería un día, como besarte o sonreirte y desde ese momento tu vida ya no es tuya. El amor toma rehenes. Se mete dentro de ti. Te come por completo y te deja llorando en la oscuridad, de forma que una simple frase como "quizá solo deberíamos ser amigos" se convierte en una astilla de cristal directa hacia tu corazón. Duele. No solo en la imaginación. No solo en la mente. Duele el alma, un verdadero dolor que-se-mete-dentro-de-ti-y-te-descuartiza. Odio el amor."

En los últimos años de su vida, el director de cine soviético Andrei Tarkovski vivió en Estocolmo mientras trabajaba en su película Sacrificio. Se le ofreció una oficina en el mismo edificio en que disponía de una Ingmar Bergman, que por entonces todavía vivía en Estocolmo. Aunque los dos directores se profesaban un profundo respeto y una gran admiración, nunca se conocieron, , sino que se evitaron escrupulosamente, como si su encuentro directo pudiese haber sido demasiado doloroso y destinado a fallar por la aproximación de sus universos. Ellos inventaron y respetaron su propio código de discreción.

Slavoj Zizek - Sobre la violencia (seis reflexiones marginales)

2 comentarios:

Trice dijo...

peque d, conservas las redacciones que hacíamos con Margarita con nuestros tiernísimos 16? échalas un vistazo, hay una que viene mucho a cuento de esta entrada...

besitísmos

Elisa McCausland dijo...

Nunca he sido muy organizada... esas redacciones deben estar en alguna caja, después de la mudanza... lo que si recuerdo es a Margarita sentándose con nosotras en un banco verde diciéndonos que eso del amor verdadero y el romanticismo, a la manera del XIX, se curaba con la edad... tú guardas a mano esas redacciones??? sería extraño y bonito poder leerlas... buscaré las mías...