.
.
.
Habitábamos de este modo un reino donde, convalidada la verdad por la falsificación, la especulación pasaba a ser un natural modo de vida. En este juego ocurría lo mismo que con el sexo, ahora transformado en género. Con el sexo podía hablarse del modelo masculino y del modelo femenino como polos de definición, pero bajo el reino del género podían entrar todos los grados y mixturas hasta parecer de poco gusto caracterizar a alguien como hombre/hombre o mujer/mujer. El título se crea imaginativamente sin que exista una realidad anterior. Todos seríamos fusiones, creaciones culturales, construcciones permeables, propensas a la mixtura y la transfiguración.
En la vastedad del mundo se asienta nuestra ciudad, y en la ciudad, entre un anonimato de construcciones, el lugar del domicilio. Dentro de cada casa hay un rincón para agazaparse y todavía, al fin de ese reducto, aparece la pantalla del ordenador, el último alvéolo de la intimidad. La intimidad que antes se confiaba a un oído elegido pasa hoy a los salones del ciberespacio (a la llamada "extimidad") y millones de usuarios cuelgan allí sus secretos, desatan sus inhibiciones o muestran su privacidad. En ese ciberplateado cosmos, plagado de infinidad de nombres y fantasmas, se canjean cuentos y noticias, fantasía y verdad. Allí no existen animales, ni rocas, ni muertos. Un mundo así, tan especulativo, no lo habíamos conocido nunca y solo lo habíamos supuesto como el posible paraje al que advendríamos después de muertos, entre la fecha de la esquela y el juicio final, en cuyo periodo las almas, desprovistas de cualquier peso, se relacionarían como cuerpos cero.
El Capitalismo funeral - Vicente Verdú
No hay comentarios:
Publicar un comentario