viernes, 26 de agosto de 2011

jueves, 25 de agosto de 2011

Por qué las japonesas matan mejor


"El fantasma japonés es muy diferente de su correspondiente occidental. La diferencia más evidente es que, a menudo, con la excepción de alguna figura histórica, el fantasma japonés es femenino. Una mujer ultrajada. Igual que la famosa Oiwa de la Historia de Yotsuya, que en todas las versiones -kabuki, film y televisiva-, se consagra a la venganza contra el hombre que la maltrató. El fantasma japonés movido por sentimientos de amor o de venganza, es un ser animado por la pasión. Para los japoneses, la pasión es irracional, y encuentran angustiosa su representación. Pero la pasión también es drama. Y por eso, el fantasma japonés se presta muy bien al arte. Casi todos los dramas kabuki tienen como tema los fantasmas, casi como el teatro del Noh.

El argumento de estos dramas, a menudo invariable, muestra en su primera parte al fantasma, a su vez, dedicada al reconocimiento y consiguiente exorcismo. Pero nunca antes de que la venganza se haya consumado. Estas diosas terribles aparecen en anuncios, mangas, teatro o pantallas televisivas, penetrando en la mente de los hombres. Pero no en la de las mujeres japonesas. Ellas miran con distancia a estas reliquias. Conocedoras de que solo son reflejos espectrales de las esperanzas y los miedos del macho japonés. Fantasías que expresan la incomodidad que el hombre siente en su confrontación con la mujer. En Japón, los hombres tienen dificultad para considerar a las mujeres como seres racionales. Y han creado un ser más dios que fantasma, y que es la personificación de la pasión y de lo irracional."

Kabuki: Circle of Blood (David Mack)


Como Bill a Beatrix Kiddo, Kai le cuenta a Kabuki un cuento en el que apela al mito para desorientar a la heroína que vuelve al hogar en busca de venganza. Es el círculo de sangre. Puro zen. Tierra, agua, fuego, viento y vacío. La luna es como un círculo roto por la tempestad. El sol es una mancha de sangre sobre nubes de seda. Y el maestro le revela a la pupila su secreto último: Superadas las repulsiones humanas, las batallas no tendrán límites. Dos hoces en las manos. Herramientas de labranza. Kabuki pasa de las Hattori Hanzo.

lunes, 22 de agosto de 2011

Cambios

Es necesario ir madurando una idea de responsabilidad política que nos permita pensar qué queremos hacerle decir a las palabras democracia, ciudad, espacio público, etc. Para ello es imprescindible que la palabra esté viva, circule, se violente y enemiste consigo misma. El espacio debe ser un sitio conflictivo, en constante ejercicio de redefinición. Si el movimiento aspira a neutralizar el conflicto que lleva dentro de sí, no hará más que anular sus propias fuerzas y pasar a formar parte del decorado turístico de las plazas públicas.

Breve elogio de la violencia, por Luciana Cadahia

Perder la iniciativa, perder la pluralidad, perder la imprevisibilidad implica perder la fuerza. Fuerza es radicalidad. La noviolencia es lo que nos ha hecho y nos hace más fuertes y más radicales. Destrozar sin destrozar es la mejor destrucción.

Apuntes sobre la no-violencia del 15M, por Amador Fernández-Savater


viernes, 5 de agosto de 2011

Cuando giras a la izquierda y te encuentras con el norte


El pensamiento es la primera forma de activismo. Los movimientos son valores e ideas. La organización es crucial, pero tiene que realizarse en torno a algo
(George Lakoff)



Al movimiento le han quitado un símbolo. A la ciudadanía le han negado la entrada al espacio público. En asamblea se debate sobre dónde está Sol, si en la plaza o en todos aquellos que apoyan el movimiento 15M. Hay otras plazas en Madrid. Desde el pasado martes, día en el que se amaneció con la noticia del desmantelamiento del punto de información, la policía ha sellado las distintas entradas a la Puerta del Sol. La reacción ha sido tomar Madrid, su espacio público, y caminar todas sus glorietas y plazas. Marchas espontáneas que han recorrido Madrid estos dos últimos días, desde el Kilómetro 0, pasando por Gran vía, Cibeles, Atocha o Embajadores, dependiendo del itinerario; pero siempre hacia el sur de la ciudad. Hasta ayer.

  • Tercer día desde el desmantelamiento del punto de información y el sellado de la plaza. Nudo en la calle Carretas. Nudo en la calle Preciados. Divididos en dos entradas a la Puerta del Sol, fuertemente vigiladas, los allí reunidos debaten. Después de hablar, de resistir, de gritar consignas, el grupo de Carretas decide ir a Callao. Rodean la Puerta del Sol, llegan a Preciados, donde se les suman los compañeros y compañeras, y parten calle arriba dirección Callao. Se toma la Gran Vía, rumbo a Cibeles. Son cerca de las diez de la noche y la calle se llena de gente.

  • La marcha transcurre tranquila. En Cibeles, y a la espera de un segundo grupo que se acerca desde Gran vía, se improvisa una sentada. La policía ha cortado el tráfico en la glorieta. Se puede ver, a lo lejos, que otro coche de la policía municipal cierra el tráfico proveniente de Colón. A la vera del Ministerio de Defensa, el Banco de España, el Ayuntamiento de Madrid y la Casa de América, la cabecera decide girar a la izquierda.

  • Unos tres mil paseantes caminan por el Paseo de Recoletos. Tras un parón en la Plaza de Colón, la marcha parece seguir Castellana arriba, pero ralentiza el paso y para delante del Ministerio del Interior. Hasta este momento, tan solo acompañan a los manifestantes los coches de policía que se encargan de ir cerrando el tráfico. Sin embargo, transcurridos unos pocos minutos desde el parón frente al Ministerio, las furgonetas de los antidisturbios comienzan a llegar, cerrando el paso desde Colón.

Los antidisturbios, tal y como hicieran el miércoles durante la marcha que se detuviera frente a la Empresa Municipal de la Vivienda, en Palos de la Frontera, se distribuyen a lo largo de la fachada del Ministerio, formando un cordón policial. La tensión se palpa en el ambiente. Por la calle Alcalá Galiano, lateral del Ministerio, llegan más furgonetas de la policía. Un amago de carga provoca que algunos corran dirección Serrano. La mayoría resiste hasta que, de repente, sin provocación aparente, los antidisturbios, armados con cascos, escudos y porras, cargan contra los manifestantes. Una turba de gente corre hacia el otro lado de la Castellana. El dispositivo avanza en formación. Aquellos que no han reaccionado a tiempo, junto con los que piden tranquilidad o gritan “¡Vergüenza!” reciben el grueso de la carga. Dos antidisturbios se ensañan con una joven atenazada por el miedo. Un grupo de cuatro apalea a un hombre de avanzada edad, a la vez que el grueso del dispositivo se despliega y empuja, a golpe de porra, a la masa de manifestantes hacia el norte de la Castellana.

Foto: gbl

En la retaguardia, algunos cuidan de los heridos. Se espera a la ambulancia, que tarda en aparecer. El hombre de avanzada edad yace conmocionado en los brazos de un compañero que no entiende por qué no llega la ayuda médica. La tensión se ha traducido en un espectáculo dantesco. Al otro lado de la calle, los clientes de una de las terrazas del paseo observan desde sus mesas. Tras la maniobra de acorralamiento, cerca de setenta antidisturbios vuelven hacia Colón. Algunos de ellos, unos veinte, se acercan hasta donde está el herido y los compañeros que le acompañan. A empujones, sacan a la gente de la calzada. El tono se eleva. Uno de ellos le arranca de las manos a una ciclista su bicicleta y la tira al suelo. Los presentes, ante la actitud violenta de algunos policías, piden tranquilidad. Algunos manifestantes, que se habían sentado en la terraza, son expulsados a empujones por los antidisturbios. Llega la ambulancia que, finalmente, puede atender al herido y a otros golpeados. Insultos sin sentido, soberbia tras el casco y cierta frustración. El tráfico se restaura en la Castellana. Los antidisturbios se repliegan, concentrándose en el paso de peatón frente al Hard Rock. Los apaleados enseñan su identificación. El norte vuelve a estar en orden.

Foto: gbl

Elisa G. McCausland