domingo, 31 de enero de 2010
Héroes hiperbólicos
El 17 de octubre de 2001 el programa Today entrevistó a un hombre que podía calificarse de experto en dimensiones heroicas. Joe Quesada, director de Marvel. La compañía había preparado deprisa y corriendo un tebeo de grandes dimensiones para ensalzar a los héroes del 11S. "Recibí correo electrónico de aficionados casi al instante, y todos decían, bueno, que Marvel tiene que dar un paso al frente -dijo Quesada-. Y entonces se me encendió la idea en el cerebro y me vino el nombre de 'Héroes', e inmediatamente el eslogan, los creadores gráficos más grandes del mundo rinden homenaje a los más grandes superhéroes, vaya". Aconsejó a los telespectadores que llamaran a un teléfono determinado para localizar la tienda de tebeos más cercana. En un solo día se agotaron los más de cien mil ejemplares de la primera edición de 'Héroes', un tebeo de sesenta y cuatro páginas a todo color, con viñetas de tamaño cartel y con imágenes como un bombero que se aleja de las ruinas humeantes con una mujer herida en brazos. Durante unos meses, la industria de la historia gráfica produjo en cadena manjares parecidos. "Necesitamos empuñar la pluma, ponerla junto a la espada de la venganza y el desfigurado acero de la ira", declaró Paul Levitz, de DC Cómics, en la introducción a "9-11", volumen 2, ilustrada con un adulto y un muchacho que llevan, respectivamente, un casco de bombero y una gorra de policía, mientras detrás de ellos hay una muchacha con cara de consternación que estrecha contra su pecho una bandera nacional plegada. Todos aquellos detalles querían poner de manifiesto, según dijo Quesada en otra aparición en Today para promover otro cómic sobre el 11S, "que el ideal heroico estaba vivo entre nosotros".
Los guionistas de novelas gráficas llevaron ese ideal al límite, ampliando la definición de héroe para que encajara en cualquier circunstancia, incluso en las inventadas". "Sabemos que algunas de estas historias son reales -decía una viñeta de "9-11", volumen 2, titulado 'Destellos de esperanza en una gran nube de polvo'-, otras estamos muy seguros de que son auténticos y otras, bueno, son solo rumores que hemos oído, pero que nos gustaría creer que son verdaderos". Las historias de hazañas y hazañas rumoreadas eran de masajistas que "cargaban con el equipo hasta el distrito comercial" para ofrecer servicios "desestresantes" a las cuadrillas de rescate; de voluntarios que repartían bocadillos de crema de cacahuete con jalea, envasados en bolsas indiviudales; y de una fábrica de calzado en Minnesota que confeccionó peúcos de seguridad para los perros buscadores. Mientras tanto, los superhéroes de verdad -Superman, Spiderman- aparecían por todas partes como símbolo de impotencia. En los tebeos del 11S, los superhéroes se quedan delante del calcinado montón de escombros con los brazos caídos, una postura que involuntariamente reflejaba la de los buscadores de verdad. En los años cuarenta, Superman machacaba espías nazis y el Capitán América se tomaba un suero "supersoldado" que potenciaba la capacidad de matar y se iba a combatir al frente. Pero Spiderman se limitaba ahora a vagar inútilmente entre las ruinas. "¿Dónde estabas? -le preguntan dos neoyorkinos que huyen del desastre- ¿Cómo has permitido esto?". Spiderman sufre porque "lo único que NO puedo hacer es salir de las páginas de ficción en que vivo y respiro, hacerme real en épocas de crisis y arreglar los defectos de un mundo injusto". Pero América, se apresura a tranquilizarnos, "por suerte está protegida por sus propios héroes". En la cubierta del volumen lo vemos contemplando un mar de hombres con casco de bombero, con casco de obra y con gorra de policía (más dos enfermeras que aparecen, literalmente, en los márgenes), y dice: "Guau".
El cambio de actitud respecto del héroe de tebeo ponía de relieve una turbadora pregunta de la vida real; ¿por qué nuestros medios serios se empeñaban en retratarnos, a nosotros y a nuestros dirigentes, con aquellas exageraciones simplificadoras? Las consecuencias que se sacaban de aquel entusiasmo eran un poco deprimentes. Los superhéroes son fantasías para un sector concreto del público: personas, por lo general niños, que se sienten débiles e incapaces frente a las realidades de la vida y que necesitan ejemplos estimulantes para elevar el sentido de su propio valor. ¿Podía decir lo mismo el público nacional, los ciudadanos estadounidenses que veían que los representantes que habían elegido se estaban inflando con agallas y redaños imaginarios y convirtiendo en Calor, Protección y Torre de Fortaleza? ¿No era suficiente con que el gentío hubiera corrido al sur de Manhattan para ayudar? ¿Qué rasgo de nuestra experiencia nacional nos impulsó desesperadamente a pedir más?
Los guionistas de novelas gráficas llevaron ese ideal al límite, ampliando la definición de héroe para que encajara en cualquier circunstancia, incluso en las inventadas". "Sabemos que algunas de estas historias son reales -decía una viñeta de "9-11", volumen 2, titulado 'Destellos de esperanza en una gran nube de polvo'-, otras estamos muy seguros de que son auténticos y otras, bueno, son solo rumores que hemos oído, pero que nos gustaría creer que son verdaderos". Las historias de hazañas y hazañas rumoreadas eran de masajistas que "cargaban con el equipo hasta el distrito comercial" para ofrecer servicios "desestresantes" a las cuadrillas de rescate; de voluntarios que repartían bocadillos de crema de cacahuete con jalea, envasados en bolsas indiviudales; y de una fábrica de calzado en Minnesota que confeccionó peúcos de seguridad para los perros buscadores. Mientras tanto, los superhéroes de verdad -Superman, Spiderman- aparecían por todas partes como símbolo de impotencia. En los tebeos del 11S, los superhéroes se quedan delante del calcinado montón de escombros con los brazos caídos, una postura que involuntariamente reflejaba la de los buscadores de verdad. En los años cuarenta, Superman machacaba espías nazis y el Capitán América se tomaba un suero "supersoldado" que potenciaba la capacidad de matar y se iba a combatir al frente. Pero Spiderman se limitaba ahora a vagar inútilmente entre las ruinas. "¿Dónde estabas? -le preguntan dos neoyorkinos que huyen del desastre- ¿Cómo has permitido esto?". Spiderman sufre porque "lo único que NO puedo hacer es salir de las páginas de ficción en que vivo y respiro, hacerme real en épocas de crisis y arreglar los defectos de un mundo injusto". Pero América, se apresura a tranquilizarnos, "por suerte está protegida por sus propios héroes". En la cubierta del volumen lo vemos contemplando un mar de hombres con casco de bombero, con casco de obra y con gorra de policía (más dos enfermeras que aparecen, literalmente, en los márgenes), y dice: "Guau".
El cambio de actitud respecto del héroe de tebeo ponía de relieve una turbadora pregunta de la vida real; ¿por qué nuestros medios serios se empeñaban en retratarnos, a nosotros y a nuestros dirigentes, con aquellas exageraciones simplificadoras? Las consecuencias que se sacaban de aquel entusiasmo eran un poco deprimentes. Los superhéroes son fantasías para un sector concreto del público: personas, por lo general niños, que se sienten débiles e incapaces frente a las realidades de la vida y que necesitan ejemplos estimulantes para elevar el sentido de su propio valor. ¿Podía decir lo mismo el público nacional, los ciudadanos estadounidenses que veían que los representantes que habían elegido se estaban inflando con agallas y redaños imaginarios y convirtiendo en Calor, Protección y Torre de Fortaleza? ¿No era suficiente con que el gentío hubiera corrido al sur de Manhattan para ayudar? ¿Qué rasgo de nuestra experiencia nacional nos impulsó desesperadamente a pedir más?
Susan Faladi - La pesadilla terrorista. Miedo y fantasía en EEUU después del 11S
martes, 26 de enero de 2010
lunes, 25 de enero de 2010
Vademecum
"Es una enfermedad creativa, estar siempre infectado. Crear y destruir para volver a crear"
Angélica Liddellmiércoles, 20 de enero de 2010
lunes, 18 de enero de 2010
Querría estar en otro lado
viernes, 15 de enero de 2010
jueves, 14 de enero de 2010
Business is business
John Le Carré se lavaba las manos en la introducción de su libro El jardinero fiel diciendo aquello de que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Una vez más, la realidad supera a la ficción.
Conclusiones al hilo de una conversación entre dos periodistas y una psicóloga
"En su afán psicologista, Jonze, y su nuevo escritor, Dave Eggers, han cargado de explicaciones una historia que el libro se abstiene de moralizar: frente a la película, en el libro no hay familia desestructurada, no hay arrepentimiento, no hay subtramas en el mundo de los monstruos, solo un viaje por el lado salvaje de la vida". Lo dice Gonzalo de Pedro en Cahiers du Cinema e ilustra de manera certera lo que he discutido por activa y por pasiva en esto que llaman "vida real" sobre la película de Spike Jonze, Donde viven los monstruos (Where the wild things are), adaptación del clásico infantil de Maurice Sendak que Obama lee a los niños.
Me interesa mucho lo relativo al "arrepentimiento" de la madre, que premia a su hijo con tarta en vez de castigarle de por vida. ¿Pensamiento neoliberal? Puede ser. Un niño caprichoso no es castigado por su mal comportamiento, sino que es premiado para que no vuelva a portarse mal. Los mecanismos del chantaje al alcance del infante. ¿Lo siguiente? Cobrar desorbitadas cantidades de dinero por la muerte de un trabajador. Sucio, sí, pero legal (al menos, en Estados Unidos). Lo cuenta Michael Moore en Capitalismo: Una historia de amor, un documental revelador si obviamos la propaganda católica (y otros detalles "sin importancia").
Me interesa mucho lo relativo al "arrepentimiento" de la madre, que premia a su hijo con tarta en vez de castigarle de por vida. ¿Pensamiento neoliberal? Puede ser. Un niño caprichoso no es castigado por su mal comportamiento, sino que es premiado para que no vuelva a portarse mal. Los mecanismos del chantaje al alcance del infante. ¿Lo siguiente? Cobrar desorbitadas cantidades de dinero por la muerte de un trabajador. Sucio, sí, pero legal (al menos, en Estados Unidos). Lo cuenta Michael Moore en Capitalismo: Una historia de amor, un documental revelador si obviamos la propaganda católica (y otros detalles "sin importancia").
miércoles, 13 de enero de 2010
"Los amantes pueden traicionarte, pero tus enemigos nunca te abandonan"
Las chicas de Gary Frank miran como Mr. Glass dice que deben hacerlo los villanos, por eso me gustan. Supergirl (alias Matrix), de Peter David, es un hallazgo importante por el dibujo del amigo Frank, pero también porque su guionista se pone mí(s)tico recuperando para su superheroína el manido discurso sobre el bien y el mal, solo que plagado de matices - impagable el encuentro con un delicioso remedo de Lucifer en My dinner with Buzz-. Me gustan las tierras movedizas por las que caminan ambos, protagonista y autor. No deja de ser un buen síntoma que, aún sabiendo el final de este experimento, la curiosidad por el cómo y el porqué se imponga. Déjense tentar...
lunes, 11 de enero de 2010
Carne roja
Buscándose en el espejo, las encontrarán en sus retinas. Esa carne roja que se deshace no es pintura, sino lápiz. Formas compactadas respondiendo a esa lógica pin up tan de moda en este siglo (y en la virtualidad). ¿Responsable? Rafa Jenn.
Demasiado "étnica"
"Supongamos que quiero un papel para el que están valorando a Drew Barrymore o Cameron Díaz. Llamo a mi agencia y digo que estoy interesada en el papel. La respuesta que suelo recibir es 'nos encanta Eva, es magnífica, pero no queremos ponernos demasiado étnicos con el personaje'. Es decir, que para ellos más que americana soy étnica... En realidad lo único que esto quiere decir es que tengo que trabajar un poco más duro que los demás. Es un reto, simplemente un reto".
Aunque intente "arreglarlo" al final, Eva Mendes explica con claridad meridiana cómo clasifican la carne en Hollywood...
Aunque intente "arreglarlo" al final, Eva Mendes explica con claridad meridiana cómo clasifican la carne en Hollywood...
martes, 5 de enero de 2010
lunes, 4 de enero de 2010
Statuesque
Cuando el mundo se congela y tú eres el único que parpadea. La performance como catarsis. Detrás del espejo se vive mejor. Que se lo digan a Neil Gaiman y Amanda Palmer. Él guioniza y dirige. Ella actúa. Statuesque es el bello resultado (vía).
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