martes, 29 de septiembre de 2009
...
Estaba en el borrador. La imagen. No recuerdo haberla subido. Me ha parecido que debía publicarla. Una cita. Debería haber una cita acompañando esta imagen. Una cita que se caiga por el hueco que siento aquí, en mi estómago. Dicen que es el otoño, que te atraviesa como un fantasma y te deja fría. Una cita. Citar a otro, si, si, otro que pensó antes que tú. Todos pensaron algo más grande, más bello, más triste antes que tú. La imagen estaba en el borrador. Y la he publicado. Me pregunto qué sentía cuando la escogí...
"Los animales son lo mejor del mundo, después del sexo" Javier Pulido dixit
Caminando por el lado amargo de la calle Goya. Me cruzo con la señora de las medias blancas y las horquillas en el pelo. Lleva una botella de Martini en una bolsa y la mirada ida. Ausente. Es Alicia, solo que crecidita, pienso. Sabe la dirección, sabe donde vive Wendy. Le abre la puerta de su casa en la calle Hermosilla. Ven la tele juntas. Alicia se quita los zapatos. El aliento en el cogote. Hueles a vermut de mediodía, dice Wendy antes de sorber un limón. Cierra los ojillos y pone esa cara de asco tan de madre. Alicia se ríe y vomita en el ascensor. Subimos a las nueve, nueve y cinco, nueve y veinte, por la madriguera del conejo. Sin solemnidades. Con un gato rayado en el regazo. Y no se nos ocurre otra cosa que escribir en la pared: Nunca se me dieron bien las matemáticas, pero hubiera querido que Lewis Carroll fuera mi profesor (particular). Y que oliera a Vetiver.
lunes, 28 de septiembre de 2009
domingo, 27 de septiembre de 2009
Reinohuevo
El principio de los vasos comunicantes es la hostia. Tiene dos recipientes comunicados; si lo piensas, todas la personas somos recipientes comunicados. No solo las mujeres, no hay que tener útero para ser un recipiente, también tenemos dentro pulmones y sangre, palabras, comida, pena, ganas o furia.
Deseo de ser punk - Belén Gopegui
Leer es morir un poco. Llevo puesta esa mirada lastimera, como de perra abandonada. Ni te seduce, ni te conmueve. Siento que me perdí en algún momento de la canción. Pensaba en algún crimen de pensamiento, de esos en los que te incluyes en alguna masturbación colectiva solo para ver qué ocurre. Las canciones de cuando tenía catorce, quince, dieciseis ya no dicen lo mismo. You don´t care about us. Jugué al Final Fantasy VIII hace una década. Leí a Lovecraft, a Asimov, a Baudelaire. Compré comics de mutantes. Compulsivamente. Suena My sweet prince y en mi cabeza aparece la Patrulla X al completo. La de Pacheco, la de Madureira. Una jodida canción que no pedía nada, a nadie; solo preguntaba "para qué", pero tampoco te exigía una respuesta. Podías quedarte en calcetines, en bragas, frente a la ventana. Como quien oye llover y se moja ¿A dónde fueron todas esas pelirrojas que solo eran felices cuando se empapaban? Llevo puesta la lógica consumista que me cobijaba entonces y que apenas me abriga ahora. Poseo y lloro. No siento que sea pequeña, tampoco delirio. Leer es morir un poco, chica estúpida. Y tú te haces mayor. Jódete.
Nosotros somos los muertos
Creo que lo que más me ha gustado de 1984 es ese guiño metateatral en el que la performance se intuye como proceso despertador.
A veces ser el otro es la única forma de ser tú.
A veces ser el otro es la única forma de ser tú.
miércoles, 23 de septiembre de 2009
martes, 22 de septiembre de 2009
Autumn
En inglés duele menos, como tantas cosas. Creo que se debe a que no tiene eñe. Duele la eñe. Es por el agua, esa ola que se te atraganta, como los días, más cortos, más tristes. Ayer (o antes de ayer, no sé) caminé y caminé, hacia una farmacia (de guardia). Se me hizo tarde. Pero fue algo inevitable. El sol caía, por detrás del templo (de Debod). Rompí a llorar. Como una estúpida adolescente que no aprende ni a (h)ostias. Me crucé con una pareja. Dos viejos, él y ella. Sentados en un banco. Me rompieron. Ella no miraba a nadie. A la nada. Él la abrazaba con tanto amor, con tanto jodido sentido, para que reaccionara, pensé, para que supiera que, de tanto cariño, de tanta ternura acumulada, se puede hacer llorar a una criatura que no sabe darle cuerda al corazón. Una gabardina envolvía el pequeño cuerpo de la anciana. El aire la había despeinado y él, con sus manos torpes, blandas, sin apenas luz, le intentó colocar una pinza en su cabello blanco. Le dijo algo al oído. Ella no sonrió. Yo esperaba que lo hiciera; seguramente, él también. No movió un músculo de su arrugado rostro. Ahogué un gemido en mi garganta, me la aclaré, no sé, disimulé... me cerré la chaqueta y crucé el paso de peatón. Ellos quedaron abrazados a lo lejos. Al otro lado de la calle, unos niños jugaban con cajas de naranjas. La cruz verde intermitente me devolvió al camino. Analgésicos y estimulantes. Qué fácil, qué triste, qué enfermizo es perderse en esta ciudad templada, cruel y tierna. Como en aquella obra de teatro, pero con menos sangre. Con más sentido (y algunas señales). No me cuesta memorizarla, amarla hasta los cimientos, pero, a veces, me desarma, me abate, me maltrata. Bendita sea.
lunes, 21 de septiembre de 2009
domingo, 20 de septiembre de 2009
Lágrimas de Eros
Una sensación de caducidad nos abruma si oponemos el cálculo racional al desenfreno sin medida, a la ausencia de miedo… No obstante, ya lo sabemos, no accedemos enseguida a la abundancia de la posibilidad. Como la venganza – ese plato que se come frío -, el conocimiento, embelesado, pero claro y evidente, de nuestros recursos, desea el aplacamiento de la violencia, el enfriamiento relativo de las pasiones. Algunos hombres solo consuman sus posibilidades en dos tiempos: primero, el de su desenfreno; segundo, el de la conciencia. Debemos evaluar lo que perdemos a causa de la conciencia, pero también debemos, desde el principio, advertir que, conforme a esta humanidad en la que estamos encerrados, la lucidez de la conciencia significa el enfriamiento de la pasión. Vinculada a la conciencia, estimamos la inevitable decadencia… Y no es menos cierto este principio: no podemos establecer diferencia entre lo humano y la conciencia… Lo que no es consciente no es humano.
Las lágrimas de Eros – Georges Bataille
Batgirl por los derechos de las trabajadoras
Vía Comicopia me encuentro con este momento pop-feminista-sindicalista delirante y antológico. Muy de domingo.
sábado, 19 de septiembre de 2009
Superheroinas
Dean Trippe no solo concibe superheroínas con un trazo limpio y sencillo, también es el responsable de un webcomic, President Awesome, delirante. Adivinad quién es el protagonista ;)
Amanecer en L.A.
Amanda Palmer es una invisible. No solo porque la haya dibujado Jill Thompson, que ya es un indicio; su versión "improvisada" de Cat Stevens en playa Hermosa es tan jodidamente mágica que duele!
jueves, 17 de septiembre de 2009
martes, 15 de septiembre de 2009
domingo, 13 de septiembre de 2009
Abbey Road
Mile Allred, ese fan fatal del rock and roll, se marca este bello homenaje comiquero. Cualquier otro que encuentre el respetable público será bienvenido ;)
viernes, 11 de septiembre de 2009
miércoles, 9 de septiembre de 2009
Palíndroma
martes, 8 de septiembre de 2009
Cuando Dalí se encontró con Alicia
En una conversación en Bogotá, tomándonos un delicioso jugo, salío Alicia a colación. Nos prometimos ir juntas, las tres, al Museo Dalí de París a ver estas maravillas...
Lus, más luz (Mefisto se presenta)
Si el hombre, ese pequeño mundo extravagante, se tiene de ordinario por un todo, yo soy una parte de aquella parte que al principio era todo; una parte de las Tinieblas, de las cuales nació la Luz, la orgullosa Luz que ahora disputa su antiguo lugar, el espacio a su madre la Noche.Y a pesar de todo, no lo ha conseguido, pues, por mucho que se afane, se halla fuertemente adherida a los cuerpos; emana de los cuerpos, embellece los cuerpos, y un simple cuerpo la detiene en su camino. Así, espero que no durará mucho tiempo, y que con los cuerpos desaparecerá.
Fausto (Goethe)
lunes, 7 de septiembre de 2009
Lo sagrado y lo profano
En Japón las adolescentes se prostituyen en plan "soft". Menores de edad que deciden ofrecer sus tiernas y apretadas carnes a cambio de un i-pod último modelo. "Rosa, por favor". Aquí, en cambio, la última campaña de women´secret nos invita a la androginia para hacerlo todo legal. El doctor House lo dijo por la tele: apetecibles, deseables, pero nada de tocarlas antes de los veintiuno. Otro doctor hablaba del tabú y de la histeria. Lo sagrado y lo profano ya no son lo que eran. Relativistas culturales y etnocentristas, contesten. Y déjenme ensuciar en igualdad de condiciones a Hannah Montana, por favor. Con el pasaporte entre los dientes.
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viernes, 4 de septiembre de 2009
Quién dijo que en verano nunca pasa nada...?
No del todo desconectada. En este mes de vacaciones han pasado cosas, como que el diario Público le dedicara dos páginas al cómic erótico, que en Babelia publicaran un cuento perdido de Nabokov o que la Editorial Katz sacara, por fin, al mercado El consumo de la utopía romántica, de Eva Illouz. En Cómic Digital pudisteis encontrar dos reseñas (Constantine y Wonder Woman) firmadas por una servidora de ustedes y un reportaje sobre cómic indie (o así). La Perse se marcó un artículo sobre el sello de DC Comics, Piranha Press, muy esclarecedor; también le ha dado tiempo a desdoblarse: en este lugar responde al nombre de La Judith. El carcelero tocó en un post una de mis ligeras obsesiones. Pepo hizo un repaso por la emulación hopperiana, otra debilidad. Alvy me leyó la mente a propósito de la segunda película de Transformes (pero él lo escribió antes). Y Rocío Ayuso me empieza a caer muy mal (habla la envidia), sobre todo desde que firma entrevistas como esta. Si preguntan por la producción casera, decirles que los rantifusos llevamos todo agosto incubando el futuro y flamante número ocho. Estamos de vuelta. Se acabó el verano.
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jueves, 3 de septiembre de 2009
Síndrome post-vacacional
Estoy hecha (de) pedacitos. Creí que la distancia, el cambio de hora, las madrugadas me ayudarían a componer un relato mejor, pero este verano ha sido tan estomacal, tan puro, tan fuerte que se me hace cuesta arriba el compactarme. Y los años están a la vuelta de la esquina.
Me alegra haber abrasado mis recuerdos infantiles en la costa colombiana y haberme traído de vuelta una maleta repleta de cuentos de fantasmas, nuevos sabores, aromas enterrados en lo más profundo de la memoria y momentos de intensidad variable con personas increíbles, milagrosas, tremendas. La banda sonora se la debo a Lucía. No dejo de escuchar a Totó desde que llegué a Madrid. Reordeno los momentos: como si se trataran de cromos - algunos repetidos, otros difíciles de encontrar - fijo en este imaginario tan improbable como jodidamente familiar los fragmentos de estos últimos días. No quiero olvidar que a mi abuela le encantan las cerezas, que la amatista es su amuleto y que, si por ella fuera, se bañaría en la última fragancia de Christian Dior, de pies a cabeza, todos los días; que mi tía "Cunina" sigue siendo una pintora tremenda, aunque últimamente su vocación permanezca en estado de latencia; y que mi tío, cuando cocina, aplaca su mal genio y habla de Serrat, de la última vez que estuvo en Madrid, del sabor del aceite cuando se mezcla con vinagre balsámico.
Me he sentido en casa, mimada y contrariada, como una niña de doce; pero he recordado lo que es permanecer en un no lugar más tiempo del recetado. No sé vivir en tránsito y eso me asusta. Lo achaco a la falta de costumbre. Ahora estoy cansada, me falta aire. Tengo el sueño (¿los sueños?) desordenado(s). Sentada frente a la pantalla, junto a mi ventana, me fijo en el neón al otro lado de la calle. La televisión suena de fondo. No sé qué cenar.
Querría estar allá...
Me alegra haber abrasado mis recuerdos infantiles en la costa colombiana y haberme traído de vuelta una maleta repleta de cuentos de fantasmas, nuevos sabores, aromas enterrados en lo más profundo de la memoria y momentos de intensidad variable con personas increíbles, milagrosas, tremendas. La banda sonora se la debo a Lucía. No dejo de escuchar a Totó desde que llegué a Madrid. Reordeno los momentos: como si se trataran de cromos - algunos repetidos, otros difíciles de encontrar - fijo en este imaginario tan improbable como jodidamente familiar los fragmentos de estos últimos días. No quiero olvidar que a mi abuela le encantan las cerezas, que la amatista es su amuleto y que, si por ella fuera, se bañaría en la última fragancia de Christian Dior, de pies a cabeza, todos los días; que mi tía "Cunina" sigue siendo una pintora tremenda, aunque últimamente su vocación permanezca en estado de latencia; y que mi tío, cuando cocina, aplaca su mal genio y habla de Serrat, de la última vez que estuvo en Madrid, del sabor del aceite cuando se mezcla con vinagre balsámico.
Me he sentido en casa, mimada y contrariada, como una niña de doce; pero he recordado lo que es permanecer en un no lugar más tiempo del recetado. No sé vivir en tránsito y eso me asusta. Lo achaco a la falta de costumbre. Ahora estoy cansada, me falta aire. Tengo el sueño (¿los sueños?) desordenado(s). Sentada frente a la pantalla, junto a mi ventana, me fijo en el neón al otro lado de la calle. La televisión suena de fondo. No sé qué cenar.
Querría estar allá...
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